Emprendimiento, Responsabilidad Social, Medioambiente, Negocios, PYMEs, Empresas, Proyectos, Concursos, Oportunidades, ONGs, Innovacion, Tecnologia, Ciencia, Desarrollo, Cultura, Musica, Arte, Telecomunicaciones, Empleo, Becas, Cursos, Universidades, Educacion, Empleo, Estudios, TLC, Exportar, Importar, Comercio Internacional, Turismo, Vender, Comprar, Innovadores, Emprendedores, Inventores, Sociedad, Gobierno, Estado, Clima, Agricultura, Pobreza, Jovenes, Mineria, Prensa, Blogs, Derechos Humanos, Internet, Yachachiq, Software, Negocios, Eventos






DEDICATORIA DE COPERNICO A PAULO III

Al Santo Padre Paulo III,Sumo Pontifice

Prefacio De Nicolás Copérnico A Los Libros De Las Revoluciones


Con sobrada razón puedo pensar, Santísimo Padre, que, no bien se sepa que en estos libras escritos por mí, acerca de las revoluciones de las esferas del mundo, atribuyo al globo terrestre ciertos movimientos, inmediatamente algunos clamarán para que yo sea desaprobado junto con tal opinión. Pues no me embelesan tanto mis cosas para no considerar atentamente cuál será el juicio de los otros acerca de ellas. Y aun que no ignoro que el pensamiento del hombre amante de la filosofía está alejado de la opinión vulgar, por que su tarea consiste en buscar la verdad en todas las cosas, en cuanto Dios lo permita a la razón humana, sin embargo, pienso que debemos huir de las opiniones del todo contrarias a lo correcto. Por ello, confesando yo cuán absurdo juzgarían este akróama [lección] quienes han visto corroborada por el juicio de muchos siglos la opinión de que la Tierra inmóvil está colocada en medio del cielo como su centro, y si, por el contrario, afirmara que la Tierra se mueve, estuve mucho tiempo en la duda acerca de si publicaría mis comentarios, escritos para demostrar el movimiento de la Tierra, o si, más bien, no sería preferible seguir el ejemplo de los pitagáricos y de otros, quienes acostumbraban transmitir los misterios de la filosofía tan solo a sus amigos y allegados, no por escrito sino directamente, como lo demuestra la carta de Lisias a Hiparco. En mí opinión, ellos lo hicieron así no por un deseo de no comunicar la doctrina, como algunos creen, sino con el propósito de que cosas tan elevadas y descubiertas, con mucho trabajo por grandes hombres no cayeran en el desprecio de quienes son perezosos para dedicarse con empeño a las letras, a no ser las lucrativas, o, si se dejan llevar al estudio liberal de la filosofía por las exhortaciones el ejemplo de otros, con todo, a causa de la estupidez de siu entendimiento, se encuentran entre los filósofos como los zánganos entre las abejas. Al pensar en todo ello, por el desprecio de que temía ser objeto con motivo de lo novedoso e inaudito de mi opinión, casi cedi al impulso de, abandonar por completo la obra comenzada.

Pero Vuestra Santidad quizás no se asombrará porque me atreva a publicar el fruto de mis vigilias que tanto trabajo me llevó producirlo como para no dudar de poner por escrito mis meditaciones acerca del movimiento de la Tierra , sino que querrá escuchar de mí será de qué modo me vino a la mente, contra la opinión admitida de los matemáticos , y, casi, contra el sentido común, la atrevida idea de atribuirle cierto movimiento a la Tierra. Es así que no quiero ocultar a Vuestra Santidad que, para deducir otro modo de considerar los movimientos de las esferas del mundo, no me impulsó sino el hecho de haber comprendido que los matemáticos no eran consecuentes al investigarlos. Pues, en primer lugar, desconocen tanto el movimiento del Sol y de la Luna, que no pueden demostrar ni observar la grandeza perenne del año en su curso. Además, al determinar los movimientos de ambos astros, así como el de las otras cinco estrellas errantes (planetas), ellos no utilizan los mismos principios, no parten de los mismos supuestos ni emplean las mismas demostraciones de las revoluciones y movimientos aparentes… (A modo de ejemplo), aquellos que creen en los epiciclos, aunque hayan demostrado ser capaces de componer con ellos ciertos movimientos diversos, no han podido establecer nada de cierto que correspondiera efectivamente a estos fenómenos… Si las hipótesis admitidas por ellos no huebiran sido falsas, todo lo que se desprende de ellas se hubiera verificado sin duda alguna.

Y habiendo meditado largamente sobre esta incertidumbre de la tradición matemática en cuanto a la composición de los movimientos de las esferas del mundo, comencé a impacientarme por el hecho de que los filósofos no dispusieran de ninguna explicación valedera acerca de los movimientos de la máquina del mundo –construida para nosotros por el mejor y más exacto de los Artífices- los cuales, en otros aspectos, habían estudiado minuciosamente los detalles ínfimos del Universo.

Si acaso existieran mataiológoi [charlatanes], quienes, pese a ignorar toda la matemática, se permitieran juzgar acerca de ella basados en algún pasaje de las Escrituras, deformado especialmente para sus propósitos, y se átrevieran a criticar y atacar mis enseñanzas, no me preocuparé de ellos en absoluto, de modo que despreciaré su juicio como temerario. Nadie ignora que Lactancio, célebre escritor pero matemático deficiente, habla de la forma de la Tierra de manera tan pueril que ridiculiza a quienes declararan que ella tenia forma de esfera; de modo que los estudiosos no se asombrarán si aquéllos me pusieran en ridículo.
La matemática se escribe para los matemáticos quienes, si no me equivoco, pensarán que mi trabajo será útil también a la comunidad eclesiástica, cuyo principado ejerce ahora Vuestra Santidad. Pues no hace muchos años, bajo León X, cuando en el Concilio de Letrán se ventilaba la cuestión de la reforma del calendario eclesiástico, ella quedó sin decisión tan solo a causa de que las magnitudes del año y de los movimientos del Sol y de la Luna todavía no habían sido medidos suficientemente. A partir de entonces me consagré a estudiar estas cosas más escrupulosamente, a petición del esclarecido Paulo, obispo de Fossombrone, quien estaba al frente de dicha cuestión. En cuanto a lo que, yo haya logrado en este asunto, lo someto al juicio de Vuestra Santidad, en primer término, y al de todos los demás sabios matemáticos. Y pasemos ahora al cuerpo de la doctrina, no sea que parezca prometer a Vuestra Santidad mayor utilidad con mi obra de la que en efecto pueda proporcionar.